A la caza de una crisis: la novela

Obviar la foto, de momento.

Sé que es difícil, es lo primero que se ve y las cosas no se pueden olvidar así de fácil. Pero es mi blog y hago lo que quiero. Joder, qué duro estoy. Y con vosotros, que sois los seres que menos lo merecen.

No sé si esta entrada es la continuación de Tengo que deciros algo: no tengo miedo a volar. Pero los tiros van por ahí. Necesito escribir lo que pasó el fin de semana pasado.

La cosa empezó el jueves. Ese día, haciendo zapping, vi el final y el principio de Friends. Mientras lo hacía (lo de Friends) me acordé que quería hacer lo mismo con LOST. Llevaba tiempo queriéndolo hacer (lo de LOST), pero lo iba dejando. En cuanto acabé  de ver el principio de Friends, me puse el de LOST.

Ya no quería posponer más algo que quería hacer. Y lo hice. Debido a que era jueves, no pude ver el final, así que lo dejé para el viernes.

El viernes le di al play. Aquí no vienen destripes ni similares. Solo diré que en su día me pareció un bluf y que ahora me gusta. Me emocioné.

Yo pensaba que mi zarandeo emocional se acabaría ahí, pero amigos, emitían Rocky en la tele. Que sí, que las tengo en blu-ray y las puedo ver cuando quiera. Pero en la tele y con anuncios, es otro rollo. Es difícil de explicar, pero es así.

Se trataba de Rocky 2. Pero es que el lunes de esa misma semana había visto Rocky 3. Me la puse de fondo mientras hacía cosas en el ordenador. Y la acabé viendo entera. Con Rocky no puedo hacer eso de «solo la puntita». Mierda, que aún estamos en horario protegido. Pero en fin, esos a los que protegen pasan más noches acompañados que yo. Aún les tendré que preguntar cosas.

Lo mío con Rocky va más allá de todo. En fin: que entre el púgil y LOST acabé con las emociones como un electroencefalograma. (No lo he escrito a la primera)

El sábado amanecía tranquilo. Mi plan era la nada. Estuve toda la mañana en casa, comí y me tiré en el sofá. Y empecé a pensar. Pero poco.

No quería no hacer nada. Quería hacer fotos. Así que me dije «Alberto, vete a Lleida, que no has estado nunca, algo habrá. Total, solo buscas ventanas».

Me subí al coche y pensé «me voy a Manresa, que es bonita y está a media horita». Y eso iba a hacer. Hasta que fui a la gasolinera y vi un coche con matrícula de Lleida. Decidí hacer caso a las señales como lo hacía antes.

Así que me dirigí a la autovía.

Al igual que hacía mucho tiempo que quería ver el principio y el final de LOST, también hacía mucho que quería ir a Zaragoza. Pero del mismo modo que no dejaba de posponer ese par de episodios, hacía lo mismo con la capital maña.

Así que en plena autovía, decidí ir hacía allá.

Llegados a este punto tengo que explicaros que el trayecto «Barcelona-Logroño» es de lo más especial para mí. A los 12 años nos fuimos a vivir allí. Cada vez que hacía ese camino, mis sentimientos eran diferentes. Varias veces lo hice en tren, varias en coche. En un viaje de ida fue la primera vez que me senté delante. Todo un hito. Una primera vez.

Años después, 15, volvía a hacer ese trayecto de forma más o menos regular, pero con diferente destino. Esta vez dejaba Logroño atrás y me adentraba en el País Vasco. Esa vez por amor. Otra primera vez.

Creo que ha quedado claro que ese camino es, y será, muy especial para mí.

Con todos esos ingredientes veía en ese trayecto una prueba de altura para mi agorafobia, que está mucho mejor, pero sin superar. Por el momento.

El camino lo empecé relajado. Mucho. Me acompañaba la radio y su hubiese sido fumador, con gusto hubiese encendido un cigarro. No GPS. Sin Internet en el móvil. Solo yo.

Acabé la autovía. Cogí la carretera. Me perdí. Pero sabía dónde estaba. Estaba en Candasnos. Siempre lo recordaré como el lugar donde vacié el depósito.

Todo iba bien. Llegué a Zaragoza y sufrí una crisis de angustia. No sé si la mayor, pero una de las del TOP 3, seguro. Y aquí llega lo bueno: ES LO QUE BUSCABA.

Por que esto se supera así. A base de tener crisis y superarlas. Por eso es jodido cuando te enfrentas a una exposición (así se llaman estas situaciones) y te preguntan «¿qué tal ha ido?» Ellos esperan/quieren (como es normal) que les digas «muy bien, me he sentido genial». Pero lo bueno, lo jodidamente bueno, es que diga «mal, he tenido una crisis, pero la he gestionado. Muy bien, por cierto». Y eso es lo que pasó.

Esta vez no me quedé con la sensación de culpabilidad por haberme sentido mal. Cosa que me pasa mucho. Me quedé con que soy Batman. No, en serio, solo nos diferencia el dinero.

Tras llegar a Zaragoza y dar señales de vida a un par de personas, tocaba volver para casa.

Estaba derrotado. Todo mi cuerpo era tensión. Pero estaba contento.

Voy a ir acabando, que dice esto que me acerco a los 1.000 caracteres y no es propio de mí.

¡AH! La foto, sí. Pues la foto tiene su historia. Para vosotros es una foto casual, en blanco y negro y poco más. Para mí es un cambio de tendencia. En ese momento no estaba muy fino. Podría haber hecho lo de otras ocasiones: ducha, peli y a otra cosa. Pero no, ese día me cogí la cámara y salí. Cerca de casa. No esperaba sorprenderme. Hasta que vi a un par de palomas (una la quité con Photoshop) asomadas en una ventana con TODA la luz de frente.

Nunca creas que no te vas a sorprender. Porque nunca lo habré/habrás visto todo.

Y sin más dilación; hasta más ver 🙂

Publicado por

Alberto Cuadrado

Buenas noches (o lo qué sea), bienvenidos, gracias por estar aquí.

5 thoughts on “A la caza de una crisis: la novela”

Responder a crivicris Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *