Le dijo tras un «por haberme hecho sentir vivo».
«Gracias a ti también», obtuvo como respuesta.
«Me estás matando, no me las des.»
Le pidió que retirase ese «gracias a ti también». Y lo hizo.
Nunca le había pedido nada, pero en ese momento no podía aceptar ese agradecimiento.
Creía que no era sincero.
Ahora se arrepiente de aquella petición.
Claro que lo fue.
Fue una isla desierta y en ella hubo felicidad.
Una felicidad que llevó a las lágrimas.
De las que surcan las mejillas tras encontrar esas palmeras que se entrelazan formando una X.
No aceptó el «gracias» porque quería unos segundos más de conversación.
De conversación. De relación. De lo que fuese.
Pero más.
El tesoro se alejaba.
Ahora las gracias se las da cada día.
Ahora sabe que puede conseguir ese tesoro que tanto anheló.
Ahora sabe que no hay que buscar el mapa.
Ahora y siempre: gracias.
Los emoticonos no se ven 🙁
Mola! ( no estoy tan inspirada como tú)