Tengo que deciros algo: no tengo miedo a volar.

Os habéis quedado muertos y no es para menos. Pero creo que os debo una explicación. Qué diantres, no os debo nada, que llevo mis cuentas al día, qué soy catalán, ¡joé!

Pues eso, no tengo miedo a volar. No tengo miedo a subirme a un avión y que se caiga. Sé que puede pasar, pero también me puede dar un infarto ahora mismo (argh… mi corazón….).

No tengo miedo a meterme en un habitáculo cerrado durante un largo espacio de tiempo.

No tengo miedo a ir a 1.000 km/hora.

No tengo miedo al aterrizaje ni al despegue.

Tengo ansiedad.

Tengo ansiedad desde los 11 años. Ahora lo llevo mucho mejor, pero es algo que ha marcado mi vida. Posiblemente es lo que más lo ha hecho. De pequeño te asustas, porque sientes cosas en tu cuerpo que no se curan con agua y jabón, ni tan siquiera con una escayola.

Son sensaciones que te hacen pensar ¿esto qué mierda es? y ¿esto por qué me pasa a mí?

Ahora es cuando relaciono ambas cosas. He volado. Lo hice en el típico viaje de fin de curso, a Mallorca, hace 15 años (lloro recordando lo viejo que soy y el pelazo que tenía). La sensación no fue nada buena. En el viaje de ida sentí muchas cosas típicas de la ansiedad y en ese instante relacioné una cosa con la otra y eso y hasta hoy.

El vuelo de vuelta fue perfecto. Cosa que debería ayudarme a dar el paso a volver a volar. Mucha gente dice que ya lo tengo superado y puede que sea verdad. Pero sólo comprar un vuelo y ver que la fecha se aproxima, ya me genera estrés. Escuatró diría yo.

Sé que debería tirar de psicólogo y acabar con esto. Lo de la ansiedad hoy en día es casi como un constipado; común y tratable. Bueno, no, que desde que me quitaron las anginas, me resfrío menos que un Terminator.

Lo que habéis leído en los párrafos anteriores lo escribí en julio de 2016. Hoy es 17 de abril de 2017 y voy a seguir picando teclas.

Un mes después fui al médico de cabecera, le dije «tengo ansiedad desde pequeño y no quiero pastillas». Me dijo que si había ido alguna vez al psicólogo, la respuesta ya la sabéis. Me derivó. El día 13 de septiembre me llamaron diciendo que tenía hora para el 13 de diciembre. 13 de diciembre, un día grabado en mí por motivos que ahora no voy a contar. Tenía que esperar tres meses, pero bueno, llevaba esperando toda la vida.

Ese día 13 fui a ver qué era eso de un psicólogo. Fui solo, como hago todo lo que creo importante. Y esto lo era, vamos que si lo era. Tras una charla, el diagnóstico, que yo ya sabía porque aunque me haga el idiota sólo soy tontito, era que tenía agorafobia. Y en eso estoy ahora.

Esa psicóloga me derivó a otra, ya que ella sólo me podía dar tres visitas y muy espaciadas en el tiempo (la Seguridad Social está muy bien, pero tiene que darle importancia a más cosas). El día 29 tuve mi primera sesión con la segunda psico (mola más decirlo así). Y hasta hoy.

El tratamiento consiste en pruebas. En hacer lo contrario de lo que llevo haciendo toda la vida. Todo son pruebas. Todas las estoy superando. Porque amigos, tengo unas pelotas que no tienen escala para ser medidas.

Esto me está sirviendo para darme cuenta de que soy la persona más valiente que conozco, ya que enfrentarse CADA DÍA a cosas que te dan miedo, eso no lo  hace nadie. Y si lo hace alguien, tiene toda mi admiración.

Más de una vez he preferido cambiar esto por una lesión física. Ya tuve una importante. Estuve más de un año sin poder mover un brazo. Tuve que hacer recuperación antes y después de una operación. En la recuperación nunca dije que no a nada; aunque el dolor era tan agudo que rozaba el llanto. Me iba todo en ello. Un día una mujer me dijo «yo creo que te esfuerzas demasiado». Hoy, ese brazo es mi brazo bueno, con el que hago fuerza, con el que cogería a alguien que se encuentre al borde al abismo. Y como soy como soy, tenía que rizar el rizo: hoy me cepillo los dientes con esa mano e incluso puedo comer con ella sin parecer que un seísmo está sucediendo.

Y eso va a pasar con esto. Pocas cosas tengo más claras que esa. No sé cuándo. Pero llegará. No todo llega, pero esto sí. Porque es lo que quiero. Es lo único que quiero.

Tengo pocos amigos, por suerte, y todos lo han entendido. Todos los «importantes» han recibido una explicación. Ya no quería seguir más con lo de «estoy cansado» o «no me apetece», lo que había hecho toda la vida.

Pero también he tenido que pelear con los «cuñados» del «tú lo que necesitas es que te dé el aire», «tú necesitas aficionarte a algo». No les di demasiada importancia ya que esos comentarios venían de gente que no me conocen.

Estoy mejor que hace unos meses. Dentro de unos meses estaré mejor. Cada día me tropiezo. Cada día me levanto.

Estoy recuperando cosas. Porque esto no ha sido así toda la vida. Un ejemplo: me encanta el cine. Pues ir al cine se había convertido en un problema. Ahora llevo cinco semanas consecutivas yendo.

No sé si volveré a hablar del tema. Pero tranquilos, tengo otros 🙂

Publicado por

Alberto Cuadrado

Buenas noches (o lo qué sea), bienvenidos, gracias por estar aquí.

9 thoughts on “Tengo que deciros algo: no tengo miedo a volar.”

  1. Me alegra mucho que te hayas soltado a contar esto -aunque yo ya lo supiera-. Sí debe ser complicado verse con los mismos miedos cada día, porque no son los mismos miedos que los míos por ejemplo, y plantarles cara para mejorar.

    Creo que la «excusa» de hacer fotos te ha venido de maravilla para ir superando barreras, además ¡qué molan mucho!

    Sabes de sobra que aquí tienes un amigo y que tienes abiertas las puertas de mi casa para cuando te animes a venir a Cáceres.

  2. Sí, tío. Esto sólo se lo había enseñado a dos o tres personas y te tocó, te jodes.

    Me alegra que te gusten las fotos, ahora sólo te falta darle al me gusta, que eso le viene muy bien a mi ego jajaja.

    La putada es que estás en la otra punta. Y que en verano no quiero ir a verte y morir, que dicen que por allí hace algo de calor.

    Abrazo y gracias 🙂

    1. Una entrada muy personal por lo que veo. Me alegro que estés saliendo adelante y superando cosas. La vida son dos días y hay que intentar vivirla lo mejor posible y siendo lo más felices posibles, así que hay que luchar y no te lo digo como un «cuñadismo» más, te lo digo bajo mi experiencia en estar jodida. Y ahora, me voy a aplicar el cuento a mí, cosa que no hago jaja.
      A mi me encanta volar también, esa sensación del despegue me gusta mucho. Sí que me da miedo que pase algo, pero es que si lo pensamos… ¡nunca volaríamos!
      Por cierto, y espero que Antonio lea esto… hoy en día con trenes (desgraciadamente no tenemos AVE en Extremadura, a ver si lo lee también Rajoy), autobuses, coches etc… no hay distancia que esté lejos. Y quien tiene un amigo extremeño de los buenos (también los hay regulares) es un AMIGO de verdad, así que fuera excusas 🙂

  3. Admiro tu fuerza de voluntad y tus ganas de superación. Y el poder decir esto en público demuestra que, aunque sea poco a poco, ganarás la batalla. Debería aprender de ti 🙂

  4. Me alegra haber conocicido a alguien que sabe exactamente lo «jodido» que esto. Muchas veces no hacemos las cosas no porque no queramos sino porque no podemos. El día a dia es un reto constante.
    Ir sólo a comprar el pan para la mayoria seria algo normal, para mi es como subir al campo del Everest.
    Lo peor de todo, el entorno ni te entiende ni hace por entender. «Eso se arregla con unas vacaciones» ya me gustaria poder ir ya.
    Asi que esto es una lucha constante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *