De funcionario y cosas de amor (?)

– Hola, ¿de qué trabajas?

– Soy funcionario.

– No, en serio ¿Qué te pasa?

Si me dieran un € por cada vez que me han dado esa respuesta a esa pregunta, tendría exactamente el mismo dinero, la verdad. Pero es una frase que está en la calle y que jamás entenderé.

Es como si preguntas «¿Qué has comido hoy?» y te contestan «hidratos de carbono». Vale, que no quita que sea cierto, pero ya podrían decir «me avergüenzo y prefiero mantener el secreto».

Seguro que esa gente es la misma que usa el «pero bueno». La coletilla perfecta para maquillar una desgracia.

– Hola, ¿de qué trabajas?

– Soy funcionario; pero bueno…

– No, en serio ¿QUÉ TE PASA?

Si es que se hacen odiar ellos solos.

Hablando de «coletillas» ¿sabéis a quién vais a votar o qué?

Me acabo de duchar. Me he puesto ropa interior de la que se puede ver, de la que no me avergüenzo. Esta noche cento con tres féminas. Abuela, madre y hermana. Vamos, que o acabo en urgencias o me podría haber puesto unos calzoncillos de cuello alto. Que como las meigas, haberlos haylos.

Hablando de acabar en Urgencias (las de George Clooney, no), os voy a explicar LA ANÉCDOTA de mi vida. Podría haber acabado conmigo pasando al otro barrio. Pero ahora resulta algo bastante divertido… o no.

Corría el año, pongamos que (hablo de Madrid) 2010. Aquel día tenía una cita. Sí, antes hacía esas cosas y todo, estaba muy loco.

Tenía un pequeño problema con una muela, por lo que llevaba un par de días con tratamiento a base de antibiótico. Aquella mañana, vi como una erupción en el pecho. No le di importancia, pensaba que me habría picado algo. Por lo que seguí en el trabajo como si tal cosa.

Después me fui a clase, un viernes por la tarde, mirad si estaba mal de la cabeza que iba los viernes por la tarde a clase. La erupción del pecho seguía ahí, pero ahora también estaba por los brazos. De momento creía que todo estaba bajo control, ya que toda señal quedaba cubierta por ropa.

Salí de clase y quedé con la susodicha, una chica con el pelo tan rizado y abundante, que parecía la de la película de Disney de hace un tiempo, no recuerdo el nombre. El nombre de la peli, el de ella sí. En serio.

La cita fue bien, normal. Ni un éxito rotundo, ni un fracaso estrepitoso. hasta que subimos al coche, para dejarla en casa y despedirnos.

Al sentarme, vi mi reflejo en el retrovisor y era algo parecido a una bolsa de garbanzos. Sólo deciros que las gafas flotaban. Mi cara estaba totalmente inflada.

Por suerte la luz era mínima. El viaje en coche duró unos 15 minutos. Todo iba bien. Chistes, risas, «lo he pasado muy bien»… Lo peor sucedió a la hora de despedirnos.

Yo ya sólo quería que se bajase del coche. No paraba de hablar, de mirarme. Eso último lo intuía, claro, porque yo no la miraba. Ella pensaría algo así como «¿qué le pasa a este tío? es un tío raro, pero demasiado».

Toda la escena sucedió en un callejón con apenas luz. Por lo que ella no se dio cuenta de nada. Pero yo quedé como alérgico a las mujeres.

Después de que ella se bajase del coche. Cogí el teléfono, llamé a mi padre, le dije «en una hora en el hospital» y aquel día me enteré que soy alérgico a la penicilina.

Y os dejo, que tengo que tender una lavadora y la última vez que lo hice se me cayó y tuve que comprarme otra.

PD: Nos volvimos a ver. Hubo una microhistoria y todo. Ahora ella se va a casar… con una chica. Poco más que añadir.

Publicado por

Alberto Cuadrado

Buenas noches (o lo qué sea), bienvenidos, gracias por estar aquí.

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